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Posts Tagged ‘historia’

Tengo esta entrada pendiente desde hace tiempo. Por unas cosas u otras no la había terminado. Posiblemente, haya perdido parte de la fuerza que pudiera haber tenido en su momento porque a muchos de vosotros ya os la he contado directamente, pero espero que aún os guste.

El otro día (hace ya un tiempo) me quedé completamente consternado al leer una de las noticias más impactantes que he leído en mi vida. Podéis leerla aquí.

Voy a contar la historia un poco a mi manera. Según me la imaginé yo cuando la estaba leyendo. La noticia habla de un señor (su nombre es irrelevante, pero es Tsutomu Yamaguchi) el cuál se hallaba trabajando el día  6 de Agosto de 1945 en la ciudad japonesa de Hiroshima. Este señor se encontraba en un viaje de negocios. Seguramente sería el responsable de ventas de alguna empresa japonesa que trataba de expandir su negocio en otra ciudad. Digamos que estaba negociando con el responsable de compras de otra gran empresa la venta de artículos manufacturados por un gran valor de yenes (no se si ya existían los yenes, lo siento).

No se si os habéis fijado bien en la fecha. Cuando se pone una fecha en un relato es para que os fijéis, nunca es gratuito (consejo del autor). Para los que no os hayáis fijado, o simplemente no sepáis mucho de historia, deciros que esa fue la fecha en la que se lanzó la primera bomba nuclear sobre una población civil en la historia de la humanidad. Es uno de los acontecimientos más horrorosos que ha vivido el ser humano. Este ataque desmedido acabó con la vida de unos 140.000 japoneses. Nuestro protagonista, tuvo la suerte de no ser uno de ellos. De hecho este señor sólo sufrió quemaduras (graves eso sí). Tuvo que pasar esa noche en el hospital (que menos), pero al día siguiente pudo volver a su casa. Tiene que ser reconfortante. Después de haber sobrevivido a una tragedia tan grande en una ciudad que no es la tuya, poder volver a tu casa con tu familia. Entiendo perfectamente las ganas que tendría este señor de volver a su hogar.

Lo curioso del caso, es que este señor vivía en otra ciudad japonesa de nombre Nagasaki. Creo que ya podéis comenzar a adivinar el final de esta historia. Pues eso, este señor llega a su casa el día siguiente de haber sobrevivido a la primera bomba nuclear lanzada sobre seres humanos en la historia de la humanidad. Le recibe su familia muy preocupada. Imagino que este señor comenzaría a contarles todo lo sucedido. Puedo imaginarme un diálogo parecido al siguiente:

  • Mujer: hola cariño, ¿qué tal te encuentras?
  • Señor: ahora que te veo mucho mejor. Ha sido un horror.
  • Mujer: ya imagino. ¿Cómo fue?
  • Señor: fue todo muy rápido. Estaba hablando con el responsable de compras y de repente…
  • Mujer: ¿de repente qué?
  • Señor: de repente se comenzó a escuchar un ruido muy fuerte. Una especie de silbido pero muy estridente.
  • (RUIDO DE SILBIDO MUY ESTRIDENTE)
  • Mujer: oh! vaya! Parece que lo esté oyendo ahora mismo.
  • Señor: sí! Es verdad! Espera… yo esto ya lo he vivido… Esto es una…
  • (BOOOM)

Efectivamente. Este señor vivió la que fue la segunda bomba nuclear lanzada sobre población civil. En este caso el número de víctimas mortales fue de unos 70.000 japoneses. De nuevo, el no fue uno de ellos. Este señor consiguió sobrevivir al lanzamiento de dos bombas nucleares. El arma más mortífera creada por el hombre. Este señor es indestructible (espero que su familia también sobreviviera, me he encariñado con ella). La verdad es que este señor es un gran golpe de optimismo para todo el mundo. Es como darle una patada a todos esos militares que solo buscan la destrucción. Eso me gusta. Por otro lado, este señor es lo que comúnmente se denomina como un auténtico gafe. Estar cerca de este tío es un auténtico peligro, para el resto de la gente, porque ya sabemos que a él no le va a pasar nada.

Y este es mi pequeño homenaje al señor Tsutomu Yamaguchi de 93 años.

Espero que el haber hecho un poco de humor sobre un tema tan serio como las bombas nucleares que estallaron en Japón no haya incomodado a nadie. Siempre hay otra manera de ver las cosas, y yo siempre prefiero la manera simpática, aunque haya cosas que a simple vista parezca que no tienen ni puta gracia.

Un saludo a todos.

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Es hora de publicar más cartas de las que encontré. Podemos decir que lo que hoy vais a poder leer es el nudo de la pequeña historia que se originó entre estos dos padres tan especiales. Me guardaré el desenlace para una tercera entrada. Sin entreteneros más, os dejo con las cartas:

 

“Mi querido señor YYYY:

Muchas gracias por tratar de informarme del incidente que acaeció entre nuestros hijos, pero sus claras intenciones de ocultar la verdad sobre los hechos que de verdad ocurrieron me han dejado verdaderamente perplejo.

Por supuesto, mi hijo me informó de forma muy detallada, y mucho antes de recibir su carta, qué fue lo que pasó en el colegio. Aunque parte de lo que usted me cuenta es cierto, usted ha omitido y modificado una gran cantidad de detalles sobre el incidente. Lo primero es que para entender bien la historia, hay que remontarse a la primera hora de clase de aquel día. Su hijo, que como bien indicaba usted hasta ese día era un gran amigo del mío, se mofó de la ropa que mi hijo vestía aquel día. Se trataba de un chándal de un color algo rosado. Es cierto que si por mi fuera, nunca habría comprado esa ropa para mi hijo, pero mi mujer tiene un pequeño problema de daltonismo y la luz que había en la tienda la engañó completamente. Tratamos de devolver el chándal, pero el dependiente, que sabía que era la única oportunidad que iba a tener de venderlo, no permitió la devolución. Una vez comprado no iba a permitir que no se usara, así que mi hijo debe ponérselo de vez en cuando. Volviendo al tema en cuestión, su hijo ridiculizó de muy mala manera al mío. Eso provocó que en cuanto tuvo una mínima ocasión de devolvérsela, mi hijo lo hizo. He de decir que me siento muy orgulloso de ello, pues siempre he tratado de enseñarle a mi hijo que debe defenderse. Me ha hecho mucha gracia la increíble exageración que usted describe en su carta sobre la influencia que tuvo el acto de mi hijo sobre los otros niños. Debería ser un poco más respetuoso con la verdad señor YYYY. Si bien es cierto lo que comenta de la pequeña zanahoria, se le olvidó decir que su hijo previamente le lanzo un trozo de alcachofa al mío, de tal forma que su chándal rosa quedó irremediablemente manchado a la altura de la espalda baja (seguro que usted entenderá dónde fue exactamente) y con un color verdoso oscuro. Sí que es verdad que su hijo se fue, pero antes le dio un fuerte empujón al mío.

Una vez aclarada la verdad y habiendo dejado constancia de los hechos tal y como ocurrieron, usted comprenderá, que su hijo no vaya a recibir ningún tipo de disculpa por parte del mío. Yo comprendo el incidente y prefiero que éste no se alargue y por ello olvidarlo. Son cosas de niños y es mejor que todo se quede aquí. Espero que coincida conmigo en este aspecto.

Con todos mis respetos, XXXX.”

 

«Señor XXXX,

Me he quedado muy impresionado por la cantidad de improperios que usted ha vertido sobre mi persona, y sobre mi hijo, en tan pocas líneas de texto. Usted me ha llamado repetidas veces mentiroso, y eso es algo que no le voy a aceptar. He vuelto a preguntar a mi hijo sobre el incidente. Y prácticamente ha negado todo lo que usted ha contado en su carta. Me ha confirmado lo del chándal. Quiero hacer un inciso. Entiendo algo mejor que su hijo sea tan violento. Si su padre le obliga, por un culpa de un error cometido por una discapacidad de su madre, a vestir un chándal rosa, el cual claramente le ridiculiza y frustra, es normal que trate de desahogarse sobre sus pobres compañeros. Volviendo al incidente en cuestión, mi hijo no hizo ningún comentario tratando de ridiculizar a su hijo, aunque debiera haberlo hecho claramente viendo lo que ocurrió después, sino que trató de animarlo. Esas palabras de ánimo fueron mal tomadas por su hijo el cuál se enfadó bastante sin ninguna razón. Hecho confirmado por varios testigos. Sobre el tema de la alcachofa, su hijo ha vuelto a malinterpretar claramente los hechos. Debería vigilar que su hijo no tenga algún problema mental de comprensión. Un psicólogo a tiempo soluciona muchos problemas que pueda tener una vez sea adulto. Cuando mi hijo recibía los insultos descontrolados del suyo, bajó los brazos con fuerza para dar un golpe en la mesa, con tan mala fortuna que golpeó el extremo de la cuchara que estaba sobre el plato y ello impulsó a una alcachofa que ciertamente aterrizó sobre el culo (no pasa nada por decir esta palabra señor XXXX). Por último, es cierto que se produjo el empujón, pero eso fue porque su hijo no dejaba que el mío se marchara. Simplemente se produjo para que le dejara pasar.

Viendo que el comportamiento de su hijo tiene su origen en los actos que usted le obliga a realizar en su casa, le he recomendado a mi hijo que deje de hablar con el suyo, y que si puede se mantenga alejado de él, al menos 100 metros. Su hijo es un auténtico peligro público y no quiero que el mío se relacione en absoluto con él.

Por ello, rectifico mi petición de disculpas ya que no quiero que se acerquen lo más mínimo. Me despido aquí de usted con la esperanza de no coincidir nunca más en ningún acto académico ni recibir ninguna carta más por su parte.

YYYY.”

 

Por ahora esto es suficiente. Como imagináis, la esperanza del señor YYYY no se cumplirá. Dentro de poco podréis leer el desenlace. Hasta entonces.

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No podía esperar más, quería dejarse llevar, caminar sin rumbo. Quería que no hubiese ni momento ni lugar, perder la obsesión por el tiempo y el espacio. Decidió que no iba a ir a trabajar, algo se inventaría. Se bajó del metro después de cruzarse miradas con todos los que iban con ella en el vagón, eran los mismos de todas las mañanas, desde hace años coincidían. Aunque algunos se iban y volvían meses después, otros no volvían nunca más, también estaban los nuevos, los temporales, los de días alternos. Ella estaba siempre. Por eso los «fijos» la miraron extrañados cuando ese día se bajó corriendo en una estación que no era la suya. Cogió la misma línea en la otra dirección y volvió a casa, cogió su cámara y se fue a la calle. Llevaba toda la vida haciendo fotos, eran sus mejores recuerdos, su mejor manera de expresarse. Sabía que algun día encontraría la imagen que la retrataría, pero todavía no había dado con ella y quería iniciar su búsqueda.

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