Miro a la derecha y nada. Hago lo propio a la izquierda y tampoco hay nada. A mi alrededor no hay absolutamente nada salvo un suelo blanco que se pierde por el horizonte. Me encuentro de pie en un lugar totalmente vacio sin saber qué hago aquí. Bueno, realmente no está del todo vacío. Hay algo. De mis pies, mirando al frente, surge una línea roja que se aleja de mi. Podría decirse que marca una especie de camino. En mi cabeza, oigo una multitud de voces silenciosas que me ordenan seguir ese camino. Tengo la sensación de que llevan toda mi vida ordenándomelo. Han conseguido que la única idea que haya en mi cabeza sea seguir ese camino. Creo que tengo que seguir ese camino, porque quiero, necesito, hacer callar a esas voces que no me dejan pensar. Cuando doy la orden de andar el camino a mis piernas, éstas permanecen inmóviles. Así que esa es la situación en la que me encuentro. De pie en un lugar en el que no hay nada salvo un camino rojo, el cual mis pies no quieren seguir.
El que mis pies no quieran seguir ese camino se convierte en una frustración, pero a la vez un pequeño alivio. Alivio porque en mi interior sé que no quiero seguir ese camino. Sé que es una idea introducida en mic abeza por voces que no son la mia. Sí que quiero andar un camino, pero quiero que ese camino sea otro. Prácticamente cualquier otro. Miro a mi alrededor. No hay ningún otro dibujado sobre el suelo.
En este instante miro mi mano derecha, antes vacía. Ahora sostiene un bote de pintura. No sé de color es y no me importa. Introduzco mi mano izquierda en el bote. Pinto con ella el suelo blanco que estoy pisando. Ahora me encuentro sobre un punto de un color diferente justo al cominezo del color rojo. Con la mano derecha pinto tambien mis pies.
Trato de ignorar a las voces. Le digo a mi pie derecho que se levante y que camine hacia la izquierda. El pie no me hace caso. Parece que mis pies tienen miedo. Tienen miedo de andar. No quieren andar el camino rojo pero les aterra caminar por otro camino.
Repito la orden. No hay respuesta. Sigo ordenando a mis pies que anden. Ellos siguen sin hacerme caso. Comienzo a sudar. Incluso creo sentir dolor. No lo a conseguir, pienso. Voy a quedarme siempre aquí. Entonces, mi pie derecho se levanta. El pie izquierdo gira sobre si mismo para que el derecho pueda caer sobre el nuevo camino que quiero caminar. El pie derecho pinta el suelo del mismo color del punto en el que estaba. Trato de repetir el movimiento con el pie izquierdo. En ese momento me despierto.
Hora de levantarse. Si no hago rápido las cosas por la mañana volveré a llegar tarde. Me espera un largo día. primero trabajar y luego cuatro horas de clase. Al entrar en la ducha me vino a la cabeza el camino rojo.
Miro a la derecha y nada.