Es hora de publicar más cartas de las que encontré. Podemos decir que lo que hoy vais a poder leer es el nudo de la pequeña historia que se originó entre estos dos padres tan especiales. Me guardaré el desenlace para una tercera entrada. Sin entreteneros más, os dejo con las cartas:
“Mi querido señor YYYY:
Muchas gracias por tratar de informarme del incidente que acaeció entre nuestros hijos, pero sus claras intenciones de ocultar la verdad sobre los hechos que de verdad ocurrieron me han dejado verdaderamente perplejo.
Por supuesto, mi hijo me informó de forma muy detallada, y mucho antes de recibir su carta, qué fue lo que pasó en el colegio. Aunque parte de lo que usted me cuenta es cierto, usted ha omitido y modificado una gran cantidad de detalles sobre el incidente. Lo primero es que para entender bien la historia, hay que remontarse a la primera hora de clase de aquel día. Su hijo, que como bien indicaba usted hasta ese día era un gran amigo del mío, se mofó de la ropa que mi hijo vestía aquel día. Se trataba de un chándal de un color algo rosado. Es cierto que si por mi fuera, nunca habría comprado esa ropa para mi hijo, pero mi mujer tiene un pequeño problema de daltonismo y la luz que había en la tienda la engañó completamente. Tratamos de devolver el chándal, pero el dependiente, que sabía que era la única oportunidad que iba a tener de venderlo, no permitió la devolución. Una vez comprado no iba a permitir que no se usara, así que mi hijo debe ponérselo de vez en cuando. Volviendo al tema en cuestión, su hijo ridiculizó de muy mala manera al mío. Eso provocó que en cuanto tuvo una mínima ocasión de devolvérsela, mi hijo lo hizo. He de decir que me siento muy orgulloso de ello, pues siempre he tratado de enseñarle a mi hijo que debe defenderse. Me ha hecho mucha gracia la increíble exageración que usted describe en su carta sobre la influencia que tuvo el acto de mi hijo sobre los otros niños. Debería ser un poco más respetuoso con la verdad señor YYYY. Si bien es cierto lo que comenta de la pequeña zanahoria, se le olvidó decir que su hijo previamente le lanzo un trozo de alcachofa al mío, de tal forma que su chándal rosa quedó irremediablemente manchado a la altura de la espalda baja (seguro que usted entenderá dónde fue exactamente) y con un color verdoso oscuro. Sí que es verdad que su hijo se fue, pero antes le dio un fuerte empujón al mío.
Una vez aclarada la verdad y habiendo dejado constancia de los hechos tal y como ocurrieron, usted comprenderá, que su hijo no vaya a recibir ningún tipo de disculpa por parte del mío. Yo comprendo el incidente y prefiero que éste no se alargue y por ello olvidarlo. Son cosas de niños y es mejor que todo se quede aquí. Espero que coincida conmigo en este aspecto.
Con todos mis respetos, XXXX.”
«Señor XXXX,
Me he quedado muy impresionado por la cantidad de improperios que usted ha vertido sobre mi persona, y sobre mi hijo, en tan pocas líneas de texto. Usted me ha llamado repetidas veces mentiroso, y eso es algo que no le voy a aceptar. He vuelto a preguntar a mi hijo sobre el incidente. Y prácticamente ha negado todo lo que usted ha contado en su carta. Me ha confirmado lo del chándal. Quiero hacer un inciso. Entiendo algo mejor que su hijo sea tan violento. Si su padre le obliga, por un culpa de un error cometido por una discapacidad de su madre, a vestir un chándal rosa, el cual claramente le ridiculiza y frustra, es normal que trate de desahogarse sobre sus pobres compañeros. Volviendo al incidente en cuestión, mi hijo no hizo ningún comentario tratando de ridiculizar a su hijo, aunque debiera haberlo hecho claramente viendo lo que ocurrió después, sino que trató de animarlo. Esas palabras de ánimo fueron mal tomadas por su hijo el cuál se enfadó bastante sin ninguna razón. Hecho confirmado por varios testigos. Sobre el tema de la alcachofa, su hijo ha vuelto a malinterpretar claramente los hechos. Debería vigilar que su hijo no tenga algún problema mental de comprensión. Un psicólogo a tiempo soluciona muchos problemas que pueda tener una vez sea adulto. Cuando mi hijo recibía los insultos descontrolados del suyo, bajó los brazos con fuerza para dar un golpe en la mesa, con tan mala fortuna que golpeó el extremo de la cuchara que estaba sobre el plato y ello impulsó a una alcachofa que ciertamente aterrizó sobre el culo (no pasa nada por decir esta palabra señor XXXX). Por último, es cierto que se produjo el empujón, pero eso fue porque su hijo no dejaba que el mío se marchara. Simplemente se produjo para que le dejara pasar.
Viendo que el comportamiento de su hijo tiene su origen en los actos que usted le obliga a realizar en su casa, le he recomendado a mi hijo que deje de hablar con el suyo, y que si puede se mantenga alejado de él, al menos 100 metros. Su hijo es un auténtico peligro público y no quiero que el mío se relacione en absoluto con él.
Por ello, rectifico mi petición de disculpas ya que no quiero que se acerquen lo más mínimo. Me despido aquí de usted con la esperanza de no coincidir nunca más en ningún acto académico ni recibir ninguna carta más por su parte.
YYYY.”
Por ahora esto es suficiente. Como imagináis, la esperanza del señor YYYY no se cumplirá. Dentro de poco podréis leer el desenlace. Hasta entonces.